jueves, 19 de enero de 2012

Los derechos del libro

Tengo derecho a ser libre, como mi nombre lo indica, sin tantas ataduras que me sometan a estudio, tarea y, a veces, a castigo. Tengo derecho a ser leído para que la huella del hombre no se pierda y guarde su pasado, presente y futuro.
Tengo derecho a estar contigo.
Tengo derecho a pedir que no me escondan en casilleros que parecen cárceles, ni me guarden en las alturas para que no me alcancen, ni me pongan de canto para no ser visto.
Tengo derecho a estar contigo.
Tengo derecho a no ser comparado con otros medios que ni me suplen ni me anulan. Ellos tienen su lugar y yo el mío y nos complementamos. Pero, además, desde que fui creado, en mis páginas se ha vertido toda la información que permitió inventarlos.
Tengo derecho a estar contigo.
Tengo derecho a salir de las aulas y de las bibliotecas para tomar las calles, viajar en autobús, apoltronarme en el asiento trasero de un coche con los niños, hacer la larga espera del doctor o reposar plácidamente en una playa y abrirme de capa para que me lean.
Tengo derecho a estar contigo.
Tengo derecho a ser el juglar, el trovador y el cuentacuentos que cante y narre historias a los niños, como hacían los viejos.
Tengo derecho a estar contigo.
Tengo derecho a recorrer los más apartados rincones del planeta donde la gente no tiene para comer, sencillamente porque no me ha leído.
Tengo derecho a estar contigo.
Tengo derecho a entrar en esas guerras fraticidas que usan como arma el explosivo. Yo se lo cambiaría por una herramienta que es más útil y vence al enemigo: la inteligencia que está en los libros.
Tengo derecho a estar contigo.
Y Tengo derecho, ya que del árbol he venido, a ser sembrado en parques y jardines, con todos los honores merecidos. Si lo consigo, te puedo asegurar que habré de cosechar nuevos lectores.
¿No es mucho pedir si te digo que tengo derecho a estar contigo?

Autor: Eduardo Robles Boza (Tío Patota)

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