jueves, 13 de diciembre de 2012

Poesía de Alí Chumacero


Alí Chumacero en el jardín de las cenizas
 
Si la poesía juvenil de Chumacero no es difícil sino exigente, la obra de madurez –llamemos con un término convencional a la escrita entre 1948 y 1958–, cuando “Salón de baile” y “alabanza secreta” aparecen en la segunda edición (1966) de palabras en reposo, pide una colaboración tan absoluta que sólo puede llamarse complicidad.

Palabras en reposo es uno de los libros más originales de la poesía castellana en general y mexicana en particular. Fuera de nuestro ámbito está aún por descubrirse como otros dos grandes libros de aquel mismo momento: La insurrección solitaria (1953) de Carlos Martínez Tivas, y contemplaciones europeas (1957) de Ernesto Mejía Sánchez.

Con la distancia de los años Palabras en reposo surge como una obra maestra impredecible e irrepetible. Por sí sola explica y justifica el silencio posterior de Chumacero. En estos poemas llega a no parecerse a sino a él mismo pero alcanza también un punto sin retorno.

Después de este título que anuncia su propia culminación y desenlace, Chumacero calla porque el camino de extremo rigor y máxima dificultad que se ha impuesto no puede llevarlo sino al mutismo. Le ocurre algo parecido a lo que le sucedió  a Salvador Díaz Mirón después de Lascas (1901).

Por otra parte, este libro es de un poeta por completo lírico –es decir, subjetivo, intimista y monologante– es el más cerrado y al mismo tiempo el más abierto, aquel que deja entrar al “nosotros” y está lleno de personajes, invadido por las penas y los goces del prójimo. En su aparente “pureza”, en el sentido del abate Bremond, es también el más “impuro” y el más “contaminado” de realidad. Poemas que sólo quieren ser poesía pero a su manera sutil son también “realistas” y en cierto modo “narrativos”.

Una breve historia puede leerse escrita en el revés de cada poema. Pero de poco sirve decir que el gran “Responso del peregrino” es un canto epitalámico invadido por eco de oraciones fúnebres en que se predice para los que se unen no el porvenir de los cuentos de hadas, sino la dificultad de la convivencia humana y el final “despeño de la esperanza”.

O que el extraordinario “Monólogo del viudo” es el lamento de un hombre que ha perdido a su mujer, muerta cuando le practicaban un aborto. La poesía no cuenta (para eso está la narrativa), nos hace participar desde dentro de una experiencia ajena, apropiarnos de ella, materializarla por medio de una lectura que es el menos pasivo de los actos.

Estas palabras no descansan en la inercia ni la inmovilidad. Su reposo es el poder de transformación que Heráclito asignó al fuego. La poesía de Alí Chumacero será siempre nueva en cada lectura y para cada persona que tenga el privilegio de acercarse a ella.

José Emilio Pacheco

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Escribir un cementerio


Trabajos del Taller de creación literaria La tumba sin sosiego
Dirigido por Elizabeth Flores

 

Silvia Navarrete Aguilar
No hay mujeres llorando ni hombres con caras largas. En el pequeño huerto se ven dos ramos de flores, dos cirios, Ah y está él, tan pequeño e insignificante como su vida. Cuando estaba de pie era alto, muy alto, ahora con esa manta encima parece nada. Él estaba loco y tenía padre, él era loco y tenía hermanos, él estaba loco y amaba. Él era solidario, estaba loco… ¿quién lo amaba? Tenía una hermana, él trabajaba, le compraba cuadernos, lápices y trabajaba. Pifa, deja a mi hermana salir de pastora, le cantará a la virgen, yo le compro el vestido. Él estaba loco. Pasó desapercibido por la vida, solo labraba el campo, no escribió un libro, nunca vistió un traje y aún así amó. Él era delgado y fuerte como un árbol, los árboles no usan traje ni escriben libros. Él estaba loco.

 
Mary.- Jesús Alberto Ríos Osuna
Mary se encontraba sentada en su cuarto frente al espejo, mirándose, pero en él no veía nada, sólo su cuarto reflejado en él, un ruido inquietante no la dejaba dormir y un monstruo todo el tiempo la seguía, ya no lo hacía.
Salió de su cuarto, los trastes estaban sucios, la luz fallaba, las paredes estaban oxidadas y manchadas, y la ropa seguía sucia.
Tomó una revista y se sentó en una cómoda de la sala, en la portada un artículo decía: “Cae el muro de Berlín. Fin del socialismo”. La revista estaba en blanco y negó y la fecha era muy antigua.
Ella prendió la tele y vio un reportaje, los colores eran vivos y el sonido alto, ella no comprendía qué pasaba, sólo veía la tele y el tiempo transcurrió como si fuesen segundos.
Comenzaron las interferencias en el televisor, un ruido inquietante molestó a Mary y una sombra se acercó a ella, la luz empezó a fallar aún más de lo normal, las paredes comenzaron a congelarse y un aire muy frío llenó el lugar, Mary sentía su corazón vibrar estrepitosamente, no dejaba de sudar, la tele se apagó, el periódico desapareció, todo daba vueltas mientras sentía que una aguja le traspasaba su pierna. Era el monstruo otra vez, sintió sueño, cayó en un piso reconfortante y durmió.
Al otro día, Mary estaba sentada en su cuarto frente al espejo, mirándose, pero en él no veía nada...

 
Nunca olvidada.- Jair R. Sato

Sobre su tumba no hay lágrimas. La hierba mecida por el viento balbuce unos pasos. Quien yace dentro no sabe de su plática con el loco que cuida su sepulcro.

 
Octavio Valdez
    Ya te dije, si sigues de piruja no vengas a ver al niño. ¡Haz cuenta que pa’ nosotros estás muerta! –Al escuchar eso de salida, maldijo la memoria de su abuela: Hija de tu puta madre, pero bien que agarras el dinero– dijo por lo bajo.
Lo último que escuchó de su madre, por alguna razón, le recordó a ese tipo que en ocasiones la buscaba. A ella le parecía que era como una morgue: impecable, reluciente por fuera. Un buen carro, buena ropa, pero frío y podrido por dentro. Le pareció odioso desde el primer momento en que la abordó —Mija, ¿vamos a un entierro?–. Pronunciándolo con pretensión de picardía, que en su boca, una línea delgada, recta y rosada; una herida de abrecartas, causaba repulsión. Tuvo que convencerse acudiendo al argumento final del deber a la profesión, que de trasfondo tenía la necesidad y el hambre, para irse con él. Después de ese primer momento lo demás era fácil, había desarrollado un mecanismo en el que su dilatación era un acto reflejo.
Yacía bajo el vaivén con su mirada fija al techo, escuchaba sus gemidos y en respuesta emitía otros, no como expresión de placer sino como método para que acabara lo antes posible. Algunas palabras borroneadas por el jadeo le hablaban francas tonterías de su cuerpo, pero en ese momento se ahondaba en el recuerdo. Veía a un pequeño jugando con un camioncito de carga, medio destartalado, enseguida, con pasos animados lo empuja a otro rincón del patio donde se ha formado un charco, deja caer el cargamento, la tierra se sumerge en el agua y en el rostro del niño estalla una sonrisa.
Los últimos estertores y bufidos de él la trajeron de vuelta. Se retira el condón de su miembro flácido con ademanes de quien hace cirugía mayor. — Te gustó, verdad, se te ve en la cara. No, si a la que no le gusta le encanta–. Toma su cartera y le extiende un par de billetes. Ella se limpia un poco y se viste mientras en sus oídos se van las últimas reminiscencias de la risa que alcanzó a escuchar, la media sonrisa se borra. Toma el dinero. — Sí, papacito, estuviste fabuloso–. Le da un beso rápido y se dirige a la puerta. — Tengo que irme, guapo. Te espero otro día.
Al salir de su entierro, algo del otro lado de la puerta emite palabras, pero no las alcanza a escuchar ni le importan. Se encamina. Ya sabe en ese momento para quién va a ser el dinero de la Morgue.


Helen Valenzuela
Algunas luces iluminan mi camino, muchas veces pensé que esto sería una locura, cómo puedo estar aquí en este lugar donde el único ruido es el aire que me cubre de pies a cabeza, todavía no sé qué busco, estoy a punto de pisar una tumba que apenas se le distingue una cruz, que tristemente tiene inscrito un nombre ilegible, parece abandonada, me pregunto ¿cuántas personas estarán abandonadas aquí? Me detengo un momento y pienso “jamás se darán cuenta”. Entonces, el llevar flores cada día de muertos, no cabe duda, es una tradición. Me río irónicamente y sigo mi camino.
A mi paso puedo ver tumbas desde las más opulentas, que no sólo son un recinto donde descansan huesos, están las que se han perdido al ras de la tierra, olvidadas por los vivos. Observo fechas y nombres, en ellas hay historias, pero no estoy buscando eso. Sigo  caminando, la yerba parece ceder a mis pisadas, el suelo es irregular, en algunos momentos siento caer en un vado y otros estar por encima de ellos. Con cada pisada que doy estoy tan cerca de los cuerpos que yacen en este lugar sagrado o camposanto, como lo llaman los católicos, la brisa cubre mi cara, en la bruma se pierde mi cuerpo, ni yo misma puedo ver mis manos, el zumbido del aire parecen voces que se pierden en los arbustos...

 
La casa familiar.- Adriana Velderrain Carreón
El gran cuarto, los retratos que te siguen con la mirada a donde te muevas, las repisas cargadas de fragantes floreros, el piso impecable, las gavetas; la luz opaca que se filtra por los ventanales, el viento y sus murmullos, los árboles que dan sombra al portal, la quietud que ahí se respira... la pequeña cerró los ojos y sonrió al pensar en las charlas que por la noche sostendrían sus abuelitos con la tía Chole y el Cuauhtémoc largirucho, ya lo veía agachándose al cruzar el umbral, igual que en el resto de las casas ¿Quién de ellos cuidaría a Paulina? Seguro el tío Chichí se divertía asustándola con sus gestos y gruñidos, pero también le encantaba hacer reír a los sobrinos, lo bueno es que ahora llegaba Natalia para jugar con ella. ¡Oh, sí! Todo estaría bien en la casita, algún día ella también se iría a vivir ahí, veía sus departamentitos e imaginaba ¿junto a quién le tocaría dormir?
El ruido de la loza al cerrarse la sacó de su ensoñación. Sus hermanos abrazaban a su mamá y un tío ayudaba a su padre a levantarse de la banca; algunos familiares se habían retirado ya. La mujer echó una última mirada antes de salir de la cripta familiar y aspirar el aire del atardecer.

 

martes, 11 de diciembre de 2012

Para leer... Claves de la ciencia


El manuscrito más misterioso del mundo
 

En la biblioteca Beinecke de la Universidad de Yale (Connecticut), entre incunables del siglo XV, códices medievales y papiros egipcios, hay un volumen que contiene un centenar de pergaminos con ilustraciones en color y textos escritos con caracteres desconocidos. Nadie sabe quién lo escribió, ni cuándo, ni dónde. Quienes lo analizaron, que no son pocos, coinciden en que se trata de un texto cifrado. Muchos intentaron descifrarlo; nadie pudo determinar qué alfabeto ni qué lenguaje se ocultan en el texto. Reconocidos profesionales, obsesionados por resolver el problema, abandonaron el rigor científico y presentaron soluciones que sólo sirvieron para desacreditarlos. Lo llaman “El manuscrito Voynich” y a casi un siglo de su descubrimiento es considerado uno de los textos más misteriosos del mundo.

Pág. 92

lunes, 26 de noviembre de 2012

Heraclio Bernal en la literatura sinaloense

Y ya con ésta me despido

Polvo y sequedad. Nubes de tierra a lo lejos y golpes definitivos sobre la llanura desolada. Cascos de caballos. Vienen desde el horizonte, muy lejos, hacia mí.
Cubro mi cuerpo con el sarape. En mi bolsa, dos cartuchos. Un viejo Winchester es algo, aunque el hierro con los años se vuelve óxido, se desgasta y aniquila. Sudor nace de mi frente y el sombrero lo percibe.
El sol es el amo del firmamento. Las nubes de polvo siguen llegando hacia mí. En realidad, yo bien lo sé, vienen por mí.
    Hasta que te vimos, Faustino.
Pasividad. Las siete figuras se detienen; ya no son nubes del polvo, ni cascos de caballos, ni tampoco lejanía. Siete estatuas ecuestres, inexpresivas, llenas de resoplidos, inmovilidad.
Hablo entonces. ¿Qué otra cosa puedo hacer?
    No pienso seguir mi camino. Yo soy parte del suyo.
Los siete jinetes no responden. Permanecen callados. El viento del desierto canta, lleva sus partículas hacia mí, hiere mis ojos y mi cobardía.
    Siempre supimos que así era. No te preocupes, estas cosas las hacemos con mucho cuidado.
    Sólo les pido que sean certeros. No me gusta nada a medias.
    Ya sabemos que lo que haces nunca queda a medias. Nosotros vamos a darte esa misma consideración. Quizá la mereces. Hay que prepararse.
Movimiento. Círculos de polvo sobre mí. Arrojo el fusil que ya de nada me sirve. En el cielo amarillento hay cobre derretido, mediodía, fuego y zopilotes en su danza. La sequedad agobia mi garganta como si fuera una serpiente.
    Bueno: que sea para tu bien.
    Ya estará de Dios.
¿Estampido?, sólo la arena en mi espalda, el universo entero la golpea y ya no la suelta. La llamarada de luz viene a ser parte de mis ojos. Corre el viento, olor a pólvora.
    Ai nos vemos.
Soledad y quietud. El plomo es un buen compañero. En mi pecho surge el cárdeno manantial que puse en varios hombres, el último de los cuales, después de muerto, manda a sus esbirros para vengarse. Caray, si tuviera medio trago de mezcal. Toda una fiesta. Mejor cierro mi mirada. Los siete jinetes se alejan con rapidez.
    ¡Aquí está Heraclio Bernal!
Suspiro. ¿Qué otra cosa puedo hacer? La sed es bienvenida. Quisiera ser un cacto, arena o ceniza pisoteada: en eso me convertiré. Soy y fui como lo que hice. La agonía puede ser placentera bajo el sol. Las botas me oprimen. Venganza es una palabra con sabor a cumplimiento.
Se alejan. Nubes de polvo e íjares en penitencia.
Diez mil pesos es una buena suma.


miércoles, 31 de octubre de 2012

Lunada en la biblioteca Gilberto Owen


La noche de luna llena del 29 de octubre, un grupo de entusiastas soñadores se reunió en el portal de la Owen para rendir un homenaje a la luna, musa de poetas y cantores.

La Biblioteca pública central Gilberto Owen realizó su primer lunada este pasado lunes 29 de octubre, mes que goza la fama de tener las lunas más bellas del año. Fue una noche bohemia en la que los amigos de la Owen se reunieron a leer a sus poetas favoritos. Así, diversas voces entonaron poemas de Pablo Neruda, Jaime Sabines, Rubén Bonifaz Nuño, Edgar Allan Poe, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Rafael Alberti, Federico García Lorca y Jaime Labastida, entre otros; además de fragmentos de narraciones de Julio Cortázar, Edmundo Valadés y Gabriel García Márquez.
  
Alguien, incluso, leyó un poema propio; uno más prefirió acompañar con su guitarra un poema musicalizado; hubo quien recitó un poema de memoria y, entre los lectores, todos buscaban uno a su gusto: en libros, hojas sueltas, laptop, i-pad, celular o donde sea, el caso era encontrar la lectura preferida y compartirla con los cofrades amantes de la luna y la poesía.
 
Este tipo de actividades demuestra que el gusto por la lectura no es algo del pasado y que no importa el medio del que se disponga mientras exista el interés por acceder a un buen texto literario... ¿Quién dice que los jóvenes ya no se interesan por leer? Los asistentes a esta lunada demostraron la pasión que provoca el disfrutar de la buena poesía y, que tan placentero puede ser leer poemas en la intimidad como leer en voz alta con amigos.
 
La Lunada en la Owen es la primera de las noches literarias que la Biblioteca Gilberto Owen ofrecerá a usuarios y amigos próximamente. Una buena ocasión para reunirse entre compañeros y compartir el gusto por la lectura en voz alta y la buena literatura.

viernes, 8 de junio de 2012

Los avatares de un mesón en un Culiacán que crece y se moderniza


 El programa “Huellas en la historia de Sinaloa” de la biblioteca pública central Gilberto Owen cumplió satisfactoriamente su cometido este jueves con la charla sobre el Mesón de San Carlos, ya que la participación fue plural y el público compartió sus conocimientos e inquietudes sobre este edificio que tantos cambios ha tenido a lo largo de su historia.

Con la fundamentada opinión del arquitecto Sergio Valenzuela, director de Patrimonio cultural del Instituto Sinaloense de Cultura, y las acotaciones de otros asistentes, la charla coordinada por María de la Luz Villegas se enriqueció y complementó con datos de investigaciones que alrededor de este inmueble se han realizado, especialmente en lo tocante a su conservación y remodelación (que no restauración).

Entre comentarios y anécdotas se formó una visión muy clara de las diferentes etapas por las que ha pasado el que originalmente fue concebido como mesón pero con el tiempo y las cambiantes circunstancias de la ciudad debió operar como escuela tipo, casa del estudiante y colegio religioso, entre otras designaciones, hasta llegar al actual centro de las artes.

Con la remodelación del Mesón de San Carlos se dio el caso de la reinvención de un lenguaje arquitectónico, pues el nuevo edificio no siguió el patrón del original; lamentablemente, el mesón no es la única construcción que ha atravesado infinidad de vicisitudes no siempre favorables, ya que a varias casas del centro histórico les tocó la “buena” o “mala” suerte de que Culiacán apostara por la modernización, no dudando en sacrificar gran parte de su patrimonio arquitectónico en un afán de lograr una imagen actual e innovadora acorde a dicha modernidad.

Los asistentes concluyeron en la necesidad de escribir la nueva historia del Mesón de San Carlos y cómo se transformó en lo que hoy es el Centro de las Artes Centenario; mientras tanto, parte de la historia del edificio original puede consultarse en El Mesón de San Carlos, Crónicas de Culiacán, Las viejas calles de Culiacán y el Diccionario de Cultura Sinaloense, entre otros libros disponibles en la Colección Sinaloa de la biblioteca Gilberto Owen.

lunes, 28 de mayo de 2012

Manuel Flores y "La música popular en Sinaloa"

La biblioteca Gilberto Owen, a través de su programa “Huellas de la historia en Sinaloa” invita este jueves 17 de mayo a conocer un poco más sobre la vida del músico y compositor Manuel “El Chino” Flores, quien se dedicó a la interpretación y estudio de la música en Sinaloa.
Manuel Flores Gastélum nació en Ahome, Sinaloa en 1917, a corta edad ingresó al Internado del Estado en Culiacán, donde conoció al compositor guanajuatense Ángel Viderique a quien admiró y del que también aprendió el gusto por la música; en ese mismo lugar estudió solfeo y teoría de la música con el maestro Refugio Soto. Llegó a ser integrante de la Banda Los azulitos en 1934, tocó con la Orquesta Estrella dirigida por Elías Soto y con la Orquesta del Cachi Anaya como trompetista, su inquietud juvenil lo llevó a integrarse a la Compañía de Paco Miller y recorrer prácticamente todo el país; también formó parte de la Orquesta de opereta y zarzuela de Manuela Barandilla y Pepita Embil, bajo la dirección de David García.
Con esa vasta experiencia escribió y publicó el libro titulado La música popular de Sinaloa editado por Difocur, compuso la pieza musical El corneta del internado, fue miembro activo de la Sociedad Mexicana de Musicología y autor de innumerables arreglos para banda. A petición del dramaturgo sinaloense Oscar Liera, en 1977 escribió la música para la obra de teatro El Alma buena de She Suam de Bertold Brecht y en 1978 se integró a Difocur (hoy Instituto Sinaloense de Cultura) como maestro de instrumentos de aliento y percusiones, además de ser director de la Banda Juvenil de Música de la misma institución. El maestro, director y arreglista falleció en Culiacán  el 13 de abril de 1998.
La invitación es abierta al público a escuchar esta charla en la sala de la colección Sinaloa de la Biblioteca pública central Gilberto Owen, ubicada en el edificio del Casino de la Cultura de Culiacán, en Obregón y Zaragoza, Col. Centro, a las 5:00 p.m.


Servicio social en tu biblioteca Owen


La Biblioteca pública central Gilberto Owen del Instituto Sinaloense de Cultura
Invita a los estudiantes de preparatoria y universitarios a prestar su servicio social en la Biblioteca Gilberto Owen.
Presenta tu proyecto o infórmate sobre los programas en los que puedes participar; estamos buscando colaboradores en el área de fomento a la lectura y en la difusión y promoción de los cursos, actividades y servicios básicos, entre ellos:
 ·       Administrador de la página web de la biblioteca Gilberto Owen
·       Prestadores de servicio social como lectores
·       Coordinadores del servicio social del lector
·       Estudio e investigación para trabajos profesionales
Informes con Adriana Velderrain y René Arellano, en el Casino de la Cultura, sito en Zaragoza y Obregón s/n, col. Centro.
Tel: 715-2820, e-mail: bpGlbertoOwen@gmail.com


lunes, 16 de abril de 2012

Aprende y diviértete en la biblioteca Gilberto Owen

La Biblioteca pública central Gilberto Owen
 invita al público en general a participar en sus cursos y programas a partir del mes de mayo:

 Taller de computación para niños
Días y horario: lunes y jueves, de 4:30 a 6:00 pm
Lugar: Sala de capacitación tecnológica
Impartido por María Isabel Paredes Quintero, para niños de 8 a 12 años

Taller de computación básica para adultos
Días y horario: martes y jueves, de 9:00 a 11:00 am 
Lugar: Sala de capacitación tecnológica
Impartido por Chuyita Chávez Guzmán

Círculo de lectura infantil sabatino
Días y horario: sábados, de 9:00 a 10:30 am
Lugar: Sala infantil
Impartido por René Arellano Camacho, para niños de 6 a 12 años

Curso de iniciación musical
Días y horario: sábados, de 10:30 am a 12:30 mediodía
Lugar: Sala infantil
Impartido por Víctor Núñez, para niños de 6 a 12 años

Miércoles de cuentos en la Owen
Días y horario: miércoles, de 4:00 a 5:30 pm
Lugar: Sala infantil
Cuentacuentos de “Sinaloa lee”, para niños de todas las edades

Huellas en la historia de Sinaloa
Días y horario: jueves, de 5:00 a 6:30 pm
Lugar: Sala Colección Sinaloa
Impartido por María de la Luz Villegas Yuriar


De igual forma, se invita a los estudiantes de preparatoria y universitarios a prestar su servicio social en la biblioteca Gilberto Owen; asiste y presenta tu proyecto o infórmate sobre los programas en los que puedes participar, como el servicio social del lector. Informes con René Arellano y Adriana Velderrain, en el Casino de la cultura, sito en Zaragoza y Obregón s/n, col. Centro. Tel: 715-2820.


miércoles, 29 de febrero de 2012

Los cuentos populares rusos en Imaginaria



El antiguo imperio de los zares era un territorio inconmensurable, extendido sobre dos continentes: Europa y Asia; en él cohabitaban numerosos grupos étnicos. Sólo esto nos da una idea de la diversidad y riqueza de los relatos que circulaban en aquel territorio. Algunos de estos relatos no dejan de resultarnos, sin embargo, familiares. Así, por ejemplo, “Vasilisa la Bella” tiene muchos puntos en común con “La Cenicienta”, y “La Zarevna Rana” con “Las tres plumas” de los hermanos Grimm. Como en otras historias del mundo, el tercer hijo, el menor, es el llamado tonto, y sin embargo, Iván (ese suele ser su nombre) demuestra finalmente ser el único capaz de vencer las pruebas a las que se ve sometido, demostrando bondad, inteligencia y valentía. Sin embargo, hay en estos cuentos elementos que los insertan en el paisaje y las —para nosotros— exóticas costumbres de la antigua Rusia. Una bruja caníbal, con una pata de hueso, que habita en lo profundo del bosque en una isba giratoria sostenida por patas de gallina, resulta de una belleza estremecedora. Lobos mágicos que ayudan al héroe, casi a la manera de un hada madrina; y hechiceros descarnados cuya inmortalidad se debe a que su cuerpo está separado del alma. Algunas de estas historias contadas por el pueblo, son reelaboraciones de antiguos poemas épicos: las bilinas, y en ellas personajes históricos de la antigua Rus cobran vestidura de héroes populares.


Grandes escritores, músicos, plásticos, intelectuales, se vieron conmovidos por estos relatos del campesino ruso: Pushkin, Tolstoi, Gorki, Bilibin, Rimski-Kórsakov, Stravinsky, Mussorgsky, Afanásiev, Propp… Su sensibilidad no les permitió permanecer indiferentes ante una literatura que, por pertenecer a los pobres, había sido negada durante siglos por los grupos intelectuales y artísticos. El interés por estos relatos estuvo estrechamente relacionado con las luchas sociales y los movimientos de emancipación que conmovieron a aquel inmenso país durante el transcurso del siglo XIX hasta desembocar en la revolución de 1917.
No han sido, ni siguen siendo frecuentes las oportunidades para los lectores argentinos de acceder a estas historias de la antigua Rusia.
En los años ’70 llegaron a Argentina unos libros muy hermosos, de tapa dura, editados en Moscú. Se trataba de los libros de Editorial Progreso: El Pájaro de Fuego, La casita bonita y Alionushka, entre otros.


Editorial Progreso también publicó en castellano Cuento del rey Saltán, de su hijo, el príncipe Guidón, glorioso paladín, y de la bella princesa Cisne, de Alexandr Pushkin con ilustraciones de Iván Bilibin.



Entre 1983 y 1984, la editorial Anaya, en España, reunió en tres volúmenes una sustancial parte de los cuentos recopilados por Afanásiev. Acompañó estos relatos con las ilustraciones de Iván Y. Bilibin y colocó como introducción en el primer tomo un texto de Vladimir Propp. Al final del último volumen —mediante un extenso apéndice— la traductora Isabel Vicente sitúa a los lectores de manera minuciosa en el contexto histórico y en la vida del autor e ilustrador de estos libros.


En 1990, la editorial española Lumen publicó Cuentos rusos en dos volúmenes de gran formato y tapa dura, con amplias ilustraciones de Iván Bilibin.


Lo cierto es que la mayoría de las ediciones de los cuentos populares rusos pueden ser recogidas aquí y allá, sólo en librerías de viejo. Verdaderos hallazgos que no debemos dejar pasar, ya que lamentablemente las ediciones actuales de estos cuentos prácticamente no existen en nuestro país.
Es por esta ausencia que hemos decidido difundir algunos cuentos populares rusos en las páginas de Imaginaria. Creemos que serán bienvenidos por aquellos lectores, niños y adultos, que están ávidos de historias y personajes de otras latitudes y otras épocas.
Baba Yaga aún está allí, en su isba de patas de gallina rodeada de calaveras; podemos recibir su ayuda para nuestra empresa, si sabemos utilizar las palabras adecuadas. Pájaros de fuego y orgullosas zarevnas, zares crueles y magnánimos, valientes bogatires y jóvenes llamados Iván que se hacen pasar por tontos para haraganear acostados en la estufa. Un universo de relatos que tomaron forma durante siglos de transmisión oral a través de los extensos paisajes de la lejana Rusia nos esperan.



Artículo completo, con notas y bibliografía en la revista Imaginaria: http://www.imaginaria.com.ar/2011/09/los-cuentos-populares-rusos-en-imaginaria/

domingo, 26 de febrero de 2012

El mayor espectáculo del mundo

El circo, August Macke (1913). Museo Thyssen BornemiszaQuienes trabajamos en una biblioteca o nos afanamos porque los servicios bibliotecarios resulten cada vez más atractivos, efectivos, útiles y reconocidos sabemos muy bien de las dificultades a las que debemos enfrentarnos día a día para llevar a buen término nuestras tareas. Somos conscientes de que formamos parte de una peculiar familia, un tanto extraña; quizá no tanto como la de aquella Maribel que retratara Miguel Mihura, pero con sus peculiaridades. Si lo pensamos bien, en el universo de la cultura sólo hay un espectáculo que en cierto modo se asemeja al de nuestra biblioteca: el circo. Salvo acaso esa trashumancia que parece inherente al espectáculo circense —y que de alguna manera reproducen los servicios de bibliotecas móviles—, nada hay más parecido a un circo que una biblioteca.

No piense nadie que escribo esto con acritud. Algo de ironía, quizá, sí; pero no pretendo ser desabrido. Al fin y al cabo, ser artista circense sea quizá uno de los sueños infantiles que todos alguna vez hemos tenido. Pero es que, además, las similitudes son tales que difícilmente podemos resistirnos a la comparación.

Al fin y al cabo, no son pocas las bibliotecas que apenas cuentan con unas instalaciones precarias, apenas ligeramente mejores que esa gran lona que cobija la ilusión del circo, con sus estrecheces, sus humedades, su frío (o su calor), su antiguado y escaso mobiliario… Es verdad que, en contraste, otras cuentan con instalaciones sumamente vistosas, llenas de colorido y fulgor… que en ocasiones disimulan tras esa fachada de cartón-piedra terribles carencias en las colecciones, insuficiencia de medios, desprecio institucional… Sólo el tesón y buen hacer del personal en ellas empleado pueden llevar adelante un servicio digno, capaz de encandilar a los usuarios (más o menos fieles) como a los niños que se acercan a la carpa del circo cuando éste se instala en nuestra localidad.

Y es que el personal bibliotecario debe hacer gala de equilibrio, agilidad y coordinación como los buenos acróbatas para desempeñar su labor. Y, en muchos casos —especialmente en estos momentos tan difíciles— practicar el funambulismo, caminando sobre el delgado alambre de unos presupuestos cada vez más menguados, ejercitando como los mejores magos sorprendentes números para extraer de un sombrero cada vez más ajado y vacío sorpresas con las que encandilar al público. En no pocas ocasiones se le exige habilidades de contorsionista —incluso pagando el precio de alguna costilla— para encogerse hasta límites insospechados o de escapista para no acabar aprisionado por las limitaciones. Y deberá enfrentarse a las más terribles de las fieras —aquellos políticos y gestores de la cosa pública que se dejan guiar por otros intereses, algunos usuarios intransigentes o maleducados, fantásticos padres que encuentran en la biblioteca su “guardería aliada”…— como un aguerrido domador, o incluso escupir fuego, igual que hacen determinados faquires. En más de una oportunidad se hace necesario actuar como tragasables si no queremos que las consecuencias de los males que acechan nuestra biblioteca sean aún peores, o practicar malabarismo con las escasas herramientas que se nos proporcionan. ¿Qué referencista no ha tenido que echar mano en alguna ocasión de sus dotes como mentalista para comprender la demanda de información que un usuario no acierta a exponernos? Pero todas estas dificultades se esfuman cuando un amable lector de devuelve con un simple “Gracias” nuestra dedicación, cuando un niño nos sonríe ilusionado con su libro bajo el brazo o suelta su inocente carcajada en esa actividad de animación que nos obliga a embadurnarnos la cara y calzar zapatones cual payaso, aunque tengamos el corazón roto por aquellos que siguen sin comprender el valor de nuestro papel y se dejan atrapar por Polichinelas varios.

No es cuestión de ponernos excesivamente trágicos. Antes al contrario, será preferible quedarnos con lo que de mágico y sorprendente tiene el circo, como igualmente lo tiene la biblioteca: en ambos podemos evadirnos de nuestra realidad, conocer exóticos animales o personajes sorprendentes, sentir cómo nuestro corazón se acelera por pasiones o sentimientos diversos, gozar —en fin— de la compañía de todos cuantos participan en nuestra aventura. Aunque nos sorprenda, no son pocos los libros que, de una manera u otra, se acercan al mundo de las artes circenses. Nacidos en los albores de la historia, circo y biblioteca forman igualmente parte de la cultura universal, y ambos merecen de nuestra protección y cariño. ¿Vamos a dejar que se marchiten?

¡Señoras y señores! ¡Chicos y grandes! ¡Pasen y vean! ¡El mayor espectáculo del mundo! ¡La biblioteca!

Tomado de Biblogtecarios: http://www.biblogtecarios.es/rafaelibanez/el-mayor-espectaculo-del-mundo
 

viernes, 24 de febrero de 2012

Alfonso Orejel cuenta sus cuentos en la biblioteca Gilberto Owen

“El sano propósito es aterrorizarlos y con esto les den ganas de leer”, expresa Orejel


Este lunes el reconocido escritor sinaloense Alfonso Orejel se presentó en la Biblioteca pública Gilberto Owen para narrar a los niños su cuento de horror "La niña del vestido antiguo" en un evento que combinó diversión con una parte lúdica y misteriosa para deleite de todos los presentes. Esta representación es una primicia del relato que aparecerá en el libro del mismo nombre, próximo a publicarse por Ediciones SM.
Alfonso Orejel nació en los Mochis, Sinaloa en 1961, ganador del premio nacional de cuento Inés Arredondo y del nacional de poesía Gilberto Owen, es un escritor que no se somete a etiquetas y escribe narraciones, poemas, crónicas y literatura infantil, senda a la que se ha dedicado como cuentacuentos y promotor cultural desde hace veinte años; esta experiencia, junto con sus recuerdos y vivencias le han permitido escribir reconocidos cuentos como Las bellas bestias, Caldo de perico, El cucaracho, Matanga guanga la changa, El sendero de los gatos apachurrados, La venganza de la mano amarilla, La sombra y El árbol de las muñecas tristes, por mencionar sólo algunos de sus libros para niños. Entre sus planes está publicar más.
Un numeroso público infantil asistió a esta presentación, entre ellos los alumnos de primer año de la secundaria técnica #85, del Fracc. Nakayama; niños, papás y maestros estuvieron al borde de la silla escuchando la historia de horror que el narrador les relataba. El género de espantos es uno de los más trabajados por el escritor, quien aclara que: "soy descendiente de una mujer que es una extraordinaria narradora: mi madre, quien pobló mi infancia de fantasmas tristes, de puertas quejumbrosas y desalmadas almas sin sosiego. La noche interminable donde miraba mi trémulo rostro en el fondo de una taza de café, mientras ella me contaba sus vivencias, fue mi escuela fundamental".
Posteriormente, los niños asistentes tuvieron la oportunidad de charlar con el escritor sobre la trama del cuento y el arte de escribir historias. Esta lectura fue la primera de una serie que la Biblioteca Gilberto Owen ofrecerá a los niños de Culiacán en colaboración con el programa Sinaloa lee, como parte de sus actividades de fomento a la lectura, de la cual se ofrecerá información más detallada próximamente.
Este tipo de eventos que la biblioteca “Gilberto Owen” busca difundir acerca a los niños y no tan niños a la lectura e incluso va más allá: los invita a sentir las historias. Al respecto, particular Alfonso Orejel, un estupendo cuentacuentos y no sólo “lector en voz alta” (actividades que no hay que confundir, aclaró) siembra la idea de que mientras cuenta la historia la inventase al son de las reacciones de sus oyentes, y no de otro modo.

Este evento, y muchos más por venir, se realizan en la biblioteca pública Gilberto Owen ubicada en las instalaciones del Casino de la Cultura de Culiacán, en Obregón y Zaragoza s/n, Col. Centro; atiende de lunes a viernes en horario de 8:00 am a 7:00 pm, y los sábados de 9:00 am a 2:00 pm. Informes al teléfono 715-28-2 y al correo electrónico bpGilbertoOwen@gmail.com

Están todos cordialmente invitados.


miércoles, 22 de febrero de 2012

Leyendo un cachito de...

Iacobus

Matilde Asensi

Pronto avisté los vastos territorios mauricenses, cercanos a la localidad de Torá, y enseguida, los altos muros de la abadía y las puntiagudas torres de su hermosa iglesia. Sin albergar ninguna duda, me atrevo a asegurar que Ponce de Riba, fundado ciento cincuenta años atrás por Ramón Berenguer iv, es uno de los monasterios más grandes y majestuosos que yo haya visto jamás, y su riquísima biblioteca es única a este lado del orbe, pues no sólo posee los códices sacros más extraordinarios de la cristiandad, sino la práctica totalidad de los textos científicos, árabes y judíos, condenados por la jerarquía eclesiástica, ya que, por fortuna, los monjes de San Mauricio se han caracterizado siempre por tener un espíritu muy abierto a todo tipo de riquezas. En los archivos de Ponce de Riba, he llegado a ver cosas que nadie creería: cartularios hebreos, bulas papales y cartas de reyes musulmanes que hubieran impresionado al estudioso más imperturbable.

Es evidente que un caballero hospitalario como yo no tiene sitio, al menos en apariencia, en un recinto sagrado dedicado al estudio y la oración, pero mi caso era singular, ya que, además de la verdadera y secreta razón que me había llevado hasta Ponce de Riba, mi Orden estaba especialmente interesada, por el bien general de nuestros hospitales, en el conocimiento de las terribles fiebres eruptivas, las viruelas, que tan magníficamente han sido descritas por los físicos árabes, así como en la preparación de jarabes, alcoholes, pomadas y ungüentos de los que habíamos tenido alguna noticia durante los años que duró nuestra presencia en el reino de Jerusalén.

En concreto, yo sentía un particularísimo afán por estudiar el Atarrif de Albucasis el Cordobés, obra conocida también como Metodus medendi después de su traducción al latín por Gerardo de Cremona. En realidad, a mí tanto me daba la lengua en la que estuviera escrita la copia del cenobio, pues domino varias de ellas con soltura, al igual que todos los caballeros que han tenido que luchar en Siria o Palestina. Esperaba encontrar en ese libro los secretos de las incisiones sin dolor en cuerpos vivos y de los cauterios, tan necesarios en tiempo de guerra, y aprenderlo todo acerca del maravilloso instrumental médico de los físicos persas, minuciosamente descrito por el gran Albucasis, para poder mandarlo fabricar con precisión en cuanto volviera a Rodas. Así pues, ese mismo día abandonaría el jubón, la cota y el manto negro con la cruz latina blanca, y sustituiría el yelmo, la espada y el escudo por el cálamo, la tinta y el scrinium.

No dejaba de ser un proyecto apasionante, desde luego, pero, como he dicho, no era el verdadero motivo por el cual estaba entrando en las tierras del cenobio; la auténtica razón que me había llevado allí –una razón exclusivamente personal, que había sido amparada desde el primer momento por el gran senescal de Rodas– era que, en aquel lugar, debía encontrar a alguien muy importante de quien no sabía absolutamente nada: ni cuál era su nombre, ni quién era, ni cómo era..., ni siquiera si seguía allí en aquel momento. Sin embargo, confiaba en mí mismo y en la Providencia para lograr el triunfo en tan espinosa misión. No por nada me apodan el Perquisitore.


lunes, 20 de febrero de 2012

También en la Gilberto Owen...

Compartiendo cuentos

Una niña perversa

Esta tarde empujé a Arturo a la fuente. Cayó en ella y se puso a hacer "gluglú" con la boca, pero también gritaba y fue oído. Papá y mamá llegaron corriendo. Mamá lloraba porque creía que Arturo se había ahogado. Pero no era así. Ha venido el doctor. Arturo está ahora muy bien. Ha pedido pastel de mermelada y mamá se lo ha dado. Sin embargo, eran las siete, casi la hora de acostarse, cuando pidió pastel, y a pesar de eso mamá se lo dio. Arturo estaba muy contento y orgulloso. Todo el mundo le hacía preguntas. Mamá le preguntó cómo había podido caerse, si se había resbalado, y Arturo ha dicho que sí, que se tropezó. Es gentil que haya dicho eso, pero yo sigo detestándolo y volveré a hacerlo en la primera ocasión.
Por lo demás, si no ha dicho que lo empujé yo, quizá sea sencillamente porque sabe muy bien que a mamá la horrorizan las delaciones. El otro día, cuando le apreté el cuello con la cuerda de saltar y se fue a quejar con mamá diciendo: "Elena me ha hecho esto", mamá le ha dado una terrible palmada y le ha dicho: "¡No vuelvas a hacer una cosa así!" Y cuando llegó papá, ella se lo ha contado, y papá también se puso furioso. Arturo se quedó sin postre. Por eso comprendió. Y esta vez, como no ha dicho nada, le han dado pastel de mermelada. Me gusta enormemente el pastel de mermelada: se lo he pedido a mamá yo también, tres veces, pero ella ha puesto cara de no oirme. ¿Sospechará que yo fui la que empujó a Arturo?
Antes, yo era buena con Arturo, porque mamá y papá me festejaban tanto como a él. Cuando él tenía un auto nuevo, yo tenía una muñeca, y no le hubieran dado pastel sin darme a mí. Pero desde hace un mes, papá y mamá han cambiado completamente conmigo. Todo es para Arturo. A cada momento le hacen regalos. Con esto no mejora su carácter. Siempre ha sido un poco caprichoso, pero ahora es detestable. Sin parar está pidiendo esto y lo otro. Y mamá cede casi siempre. A decir verdad, creo que en todo un mes solo lo han regañado el día de la cuerda de saltar, y lo raro es que esta vez no era culpa suya.
Me pregunto por qué papá y mamá, que me querían tanto, han dejado de repente de interesarse en mí. Parece que ya no soy su niñita. Cuando beso a mamá, ella no sonríe. Papá tampoco. Cuando van a pasear, voy con ellos, pero continúan desinteresándose de mí. Puedo jugar junto a la fuente lo que yo quiera. Les da igual. Sólo Arturo es gentil conmigo de cuando en cuando, pero a veces se niega a jugar conmigo. Le pregunté el otro día por qué mamá se había vuelto así conmigo. Yo no quería hablarle del asunto, pero no pude evitarlo. Me ha mirado desde arriba, con ese aire burlón que toma adrede para hacerme rabiar, y me ha dicho que era porque mamá no quiere oir hablar de mí. Le dije que no era verdad. Él me dijo que sí, que había oído a mamá decirle eso a papá, y que le había dicho: "No quiero oír hablar nunca más de ella."
Ese fue el día que le apreté el cuello con la cuerda. Después de eso, yo estaba tan furiosa, a pesar de la palamada que él había recibido, que fui a su recámara y le dije que lo mataría.
Esta tarde me ha dicho que mamá, papá y él iban a ir al mar, y que yo no iría. Se rió y me hizo muecas. Entonces lo empujé a la fuente.
Ahora duerme, y papá y mamá también. Dentro de un momento iré a su recámara y esta vez no tendrá tiempo de gritar, tengo la cuerda de saltar en las manos. Él la olvidó en el jardín y yo la tomé.
Con esto se verán obligados a ir al mar sin él. Y luego me iré a acostar sola, al fondo de ese maldito jardín, en esa horrible caja blanca donde me obligan a dormir desde hace un mes.


Jehanne Jean Charles

Alicia y el país de las maravillas celebran 150 años


En 2012 se cumplen 150 años de la "dorada tarde" de 1862 en la que el diácono y matemático Charles Lutwidge Dogson, más conocido como Lewis Carroll, improvisó durante un paseo en bote por el río Támesis, una disparatada historia para su joven amiga Alice Liddell y las hermanas de ésta. Lo que él nunca se imaginó fue que ese relato sobre una niña que cae en un agujero mientras persigue a un conejo blanco sería su pasaporte a la inmortalidad.

Antes de comenzar la novela, Lewis Carroll incluyó un poema que hace referencia a la gestación de la obra:

A través de la tarde color de oro
el agua nos lleva sin esfuerzo por nuestra parte,
pues los que empujan los remos
son unos brazos infantiles
que intentan, con sus manitas
guiar el curso de nuestra barca.

Pero, ¡las tres son muy crueles!
ya que sin fijarse en el apacible tiempo
ni en el ensueño de la hora presente,
¡exigen una historia de una voz que apenas tiene aliento,
tanto que ni a una pluma podría soplar!
Mas, ¿qué podría una voz tan débil
contra la voluntad de las tres?

La primera, imperiosamente, dicta su decreto:
"¡Comience el cuento!"
La segunda, un poco más amable, pide
que el cuento no sea tonto,
mientras que la tercera interrumpe la historia
nada más que una vez por minuto.

Conseguido al fin el silencio,
con la imaginación las lleva,
siguiendo a esa niña soñada,
por un mundo nuevo, de hermosas maravillas
en el que hasta los pájaros y las bestias hablan
con voz humana, y ellas casi se creen estar allí.

Y cada vez que el narrador intentaba,
seca ya la fuente de su inspiración
dejar la narración para el día siguiente,
y decía: "El resto para la próxima vez",
las tres, al tiempo, decían: "¡Ya es la próxima vez!"

Y así fue surgiendo el "País de las Maravillas",
poquito a poco, y una a una,
el mosaico de sus extrañas aventuras.
Y ahora, que el relato toca a su fin.
También el timón de la barca nos vuelve al hogar,
¡una alegre tripulación, bajo el sol que ya se oculta!

Alicia, para ti este cuento infantil.
Ponlo con tu mano pequeña y amable
donde descansan los cuentos infantiles,
entrelazados, como las flores ya marchitas
en la guirnalda de la Memoria.
Es la ofrenda de un peregrino
que las recogió en países lejanos.

Fotografía de Alice Liddell tomada por el británico Charles Dogson en el verano de 1858